jueves, 15 de octubre de 2009

GATOS FAMOSOS Vol. V

Una que me quedó colgando de ayer:
41.- Mittens. Es la Gatita protagonista de la película de dibujos animados Bolt. Es una Gata resentida y triste por haber sido abandonada por sus dueños, incluso después de heberle arrancado las uñas. Vivirá aventuras con Bolt que le harán recuperar su confianza en los seres humanos


Otra que nos ha chivado Nerea:

42.- Pyewacket. (Este nos lo ha recordado la imprescindible Nerea –Gracias-) De la película “Me enamoré de una Bruja” (Bell, book and candle 1958). Kim Novak interpreta a Gillian Holroyd, una bruja moderna que vive en su apartamento de New York con su siamés de azules ojos hipnóticos Pyewacket. Un día, conoce a un interesante James Stewart en el papel del periodista Shep Henderson, y decide ir a por él. Como él está a punto de casarse con otra, la bruja ha de recurrir a sus hechizos y a su magia gatuna para conseguir sus propósitos. El Gato de la película, Pyewacket, tomó su nombre de un gato real, propiedad de una bruja de mediados del siglo XVII
.









Y los últimos:


-GATOS CON DUEÑOS FAMOSOS-



43.- Delilah. Gata favorita de Freddy Mercury (Queen)






Esta canción la escribió Freddy Mercury. Como os podeis imaginar no era para una mujer, sino para su Gata favorita: Delilah.
Estuvo sobre su cama durante los ultimos días de su enfermedad en Noviembre de 1991.
En algunas entrevistas, dijo que su amor por los gatos era enorme, de hecho, cuando le preguntaron sobre si tendría hijos, respondió que antes preferiría un Gato.


Chaleco especialmente confeccionado para él con las fotos de todos sus Gatos






44.- Shocks (“Calcetines”). Gato de Bill Clinton. Fue recogido de la calle por su hija Chelsea y desde ese momento pasó a formar parte de la familia. También vivió con ellos en La Casa Blanca de la que era el rey…..



Hasta que llegó un nuevo “compañero” el perro Buddy. En alguna ocasión, y bromeando sobre lo mal que se llevaban Shocks y Buddy, Clinton comentó que lograr la paz en Oriente Medio sería más fácil que conseguir que ellos se llevaran bien.



Cuando dejaron la Casa Blanca Shocks se fue a vivir con la secretaria personal del ex presidente. Hasta que murió con cerca de 18 años a causa de un cáncer




45.- Romulo, Remo y Adriano. Gatos del escritor Antonio Burgos, y protagonistas de sus libros “Gatos sin Fronteras” y “Alegatos de los Gatos”. Libros que os recomiendo porque se leen con una sonrisa en la boca (bueno, no todo), y reconociendote en cada una de las anécdotas.




46.- Pebbles. Gata de la cantante escocesa Susan Boyle, finalista de un concurso británico de talentos. Recordad que rechazó rotundamente una invitación del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, para acudir a cantarle en un acto en Washington y dijo que prefería quedarse en casa con su Gato viendo la televisión



47.- Gatos de Gustav Klimt (Viena 1862-1918). El pintor adoraba a los Gatos. Tenia ocho o nueve y los dejaba que vagaran libres por su estudio. Nunca les ponía nombres


48.- Snowball. Gato de Hemingway. En los años 30, un marino le regalo a Hemingway a su Gato Snowball (Bola de Nieve). Tenía polidactilia, más dedos de lo habitual en sus patas traseras y delanteras, tenía unos “pulgares” muy desarrollados. Lo llevó a su casa de Key West en Florida, Actualmente esta casa es la Casa Museo de Ernest Hemingway. Un lugar por donde pasan 300.000 personas cada año. Allí siguen viviendo cerca de 60 preciosos Gatos descendientes de Snowball.



49.- Soseki. Gato de Sánchez Dragó.
A la muerte de Soseki, Antonio Burgos le escribió a su amigo Sánchez Dragó este precioso texto:



“Pésame gatuno a Sánchez Dragó

Querido Fernando, compañero de gatos y de letras:

Nunca me podía imaginar yo que nuestra sensibilidad colectiva iba a alcanzar cumbres de ternura y de sentimiento que me permitiesen que yo ahora te escriba para darte el pésame por la muerte en trágicas circunstancias de tu querido gato Soseki, el que sacabas por la tele, al que bautizaste así en homenaje a Soseki Natsume, el novelista de «Yo, el gato».


Yo le había dado a mi maestro don Manuel Halcón el pésame por su caballo. Aquella mañana llegó al hotel Alfonso XIII sin quitarse los botos camperos y con corbata negra. Le guardaba luto a su caballo. A muchos amigos, y muy recientemente a mi cuñado Daniel Herce, les había dado el pésame por un perro, de su querido, leal perro. Pero nunca, Fernando, me imaginaba yo que el culto a nuestros amos y señores los gatos iba a alcanzar en España este refinamiento y sensibilidad, como si estuviéramos en Gran Bretaña, que me permitiera hoy escribirte esta carta a la trágica muerte de Soseki en el montacargas. Carta que te juro por mis tres gatos, por Remo, por Rómulo y por Romano, que quisiera no haber escrito nunca. Como nunca hubiera querido escribir «Alegatos de los Gatos», el libro que le dediqué a la verdadera memoria de Adriano, nuestro gato gaditano libre y anarquistón, quizá reencarnación de Fermín Salvoechea, que también se nos fue trágicamente al cielo de los gatunos, en el que creemos con la misma firmeza que en el de los hombres.


Isabel, que adoraba a Adriano como Naoko veneraba a Soseki, me dice que te oyó llorar por la muerte de Soseki. Lágrimas de hombre por su gato querido. Lágrimas ante la muerte. La gente no comprende que tú llores por Soseki como yo lloré, ¿pasa algo?, por Adriano. Al que sigo recordando.


Como tú nunca te olvidarás de tu atigrado Soseki, que nació en Castilfrío y que ahora es tierra de recuerdo bajo la nieve y la plata de un olivo. Hago mío, Fernando, porque yo lo he sentido, ese sentimiento de abandono que experimentarás cuando los que no tienen esta sensibilidad ni adoran a nuestros gatos (que nunca olvidan que fueron dioses en el antiguo Egipto), te digan al verte llorar:

—¿Pero por un gato vas a llorar? Si era nada más que un gato.
Ni más ni menos que un gato. Nada menos que todo un gato.

En cuya panza fría, en cuyos ojos de vidrio, ay, cabe toda la muerte. Soseki te ha demostrado lo que a mí me enseñó Adriano: que todas las muertes son la muerte. Que se comprende mejor el sentimiento humano al sufrir por la muerte de un gato.

En tu emocionante obituario de Soseki, te has preguntado: «¿Se puede querer a un animal como a un hijo, como a una madre, como a un padre, como a un amigo?» Y te has respondido: «Se puede. Doy fe.»

Claro que se puede. Y se debe, para pagarles parte de cuanto nos dan estas peludas fábricas de ternura. Más leales de cuanto la gente piensa, en la mala prensa de diabólicos que tienen desde la oscura Edad Media. Más fieles y auténticos que muchos hombres.


Libres.

Tú y yo amamos a los gatos, Fernando, porque ese gato que se nos pone a ronronear de placidez sobre la mesa del escritorio cuando estamos tecleando nuestros jornales nos está dictando la letra y la música de la canción de la libertad que amamos.

Veo tu foto con Soseki, con tu atigrado, peludo, inteligente Soseki, y es una viva estampa de los tres callejeros que Isabel recogió abandonados, Remo, Rómulo y Romano, y ahora nos acompañan con sus lecciones de ternura veinticuatro horas sobre veinticuatro. Lo de Víctor Hugo: «Dios creó al gato para ofrecer al hombre la oportunidad de acariciar a un tigre».

En los ojos de Soseki veo lo feliz que fue contigo, como cuando lo bajaste en el Ave a Sevilla, en su butaca de clase club, con su billete de 35 euros ida y vuelta, y te acompañó luego a Cádiz para recibir el premio de los amigos del Club Liberal. El libre Soseki se sentiría en Cádiz como en su propia patria: en la Cuna de la Libertad. Sabes mejor que nadie que un gato señorial, inteligente, noble, sensible, libre como los nuestros, es la mejor Estatua de la Libertad, que se quite el frío bronce de Nueva York ante el calorcito de una barriguita peluda.

Me explico perfectamente, pues, tus lágrimas de un hombre por su gato. Comprendo tu luto, Fernando. Como comprendí aquella corbata negra que mi maestro Manuel Halcón traía la mañana en que se enteró que se le había muerto su caballo.

Antonio Burgos

(Si te los has pasado dándole al scroll, sube para arriba.
Ya sé que es muy largo. Pero leedlo. A veces, en internet, tenemos una prisa absurda por verlo todo pero sin leer nada. Es muy bonito.)

50.- Manolo, Margarita y Lucas. Gatos de la Moncloa. El ex presidente del gobierno José María Aznar vivía en La Moncloa con tres gatos: Manolo, Margarita y Lucas (éste último el que aparece en la foto).
El escritor Antonio Burgos declaró una vez que Ana Botella, la mujer de Aznar, es más devota de los perros y prohibió a su marido que se llevara a los tres gatos cuando tuvieron que abandonar La Moncloa






FIN

Y con esto me planto.

Si falta alguno, escribidme :p

5 comentarios:

  1. Puf, me he enterado de un montón de cosas que no sabía, muy interesante. Gracias.

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  2. Súper interesante. Quén lo iba a decir... Si en ésta casa ya eramos simpatizantes de FREDDY, ahora con más motivos. Y lo de Sáncheaz Dragó. Ah!! LEEROS los libros de Antonio Burgos. Son de una sensibilidad exquisita.

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  3. Pues claro que falta el gato de Julio Cortázar, T. W. Adorno. Si lo buscas en google lo encuentras. Esta semana se celebra "El día internacional del gato" el domingo 20 de febrero y estoy buscando información de gatos, me encontré con tu blog, muy entretenido. Vivo en Cali, Colombia y adoro los gatos.
    Anabel Correa
    ancohez@yahoo.com.ar
    ancohes@gmail.com

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  4. El gato de Clinton se llamaba Socks (medias, en ingles)

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